¿Cómo perpetuar un momento de felicidad? ¿Cómo mantenerlo en el
tiempo... intacto, perfecto? ¿Cómo volver a sentir ese instante único de
felicidad?
Esta tarde fue uno de esos momentos de los que uno quisiera hacer
una instantánea y retenerlo en la retina, y poder volver cada vez que uno
quisiera o lo necesite. Sin quererlo, en simultaneo perfectamente coordinado 4
familias estábamos retratando a nuestros hijos jugando en la playa. Sacando un
sin fin de fotos, tratando de captar la toma perfecta.
En mi caso la mejor toma que trasmita esos
dos pares de ojitos felices y cómplices a la vez, esas risas inocentes y
contagiosas. Unas mejillas coloradas de tanto correr, saltar, jugar a hacer
pocitos con una ramita, patear la pelota, escapar a las últimas olas que llegan
a la playa, unas narices coloradas de frio, piecitos descalzos,
llenos de arena, sin importarles el frio o el viento que soplaba desde el mar.
Todo esto de la mano de un atardecer maravilloso, junto a un mar
armonioso, una luna despertando de la mano de pinceladas de celestes y rosados
en el cielo, mas gaviotas volando haciendo un sin fin de piruetas en el aire
como si supieran que serán inmortalizadas en varias tomas.
Me pregunto porque escenas como esta no
podemos vivirlas a diario, porque la vorágine del día a día nos roba estos
instantes de felicidad. Porque permitimos que el acelere de estos tiempos nos
quite lo que es nuestro, situaciones únicas que nos pertenecen y que no sucederán
dos veces.
¿No será tiempo de parar? Y replantearse ¿qué es realmente lo que el
alma planificó de ante mano? Y empezar a
concretar ese camino, cosa de no volver a sentir esa extraña sensación de que
la felicidad se escapa de entre los dedos de las manos. ¿Nos animaremos a
patear el tablero y hacer un cambio radical? Ese es mi nuevo desafío…